Sin duda casi todos recordamos al excelso Peter Ustinov tocando su lira mientras glosa unos arrítmicos versos y contempla extasiado el resultado de su creación.
Arde la Imperial Roma.
Para llegar a ese punto culminante de su obra, previamente eliminó de su camino a quienes le pudiesen hacer sombra, torturó a todos los cristianos que, pobres ignorantes, adoraban a un humilde carpintero de provincias quién legó en sus palabras una filosofía ya imborrable, en lugar de venerarle a él.
Porque él era, por encima de todos y de todo el centro existencial del Universo, ni siquiera el dios Juno pudiera hacerle sombra.
Y así fue como llegó el momento en el que ni tan solo su guardia pretoriana le fue fiel.
Pues ahí tenemos a Xóse Nerón Mourinho, oculto en su palacio, esperando el momento en el que sus secuaces puedan prender la pira que arrase para siempre su esplendida ciudad, el Real Madrid.
Si Juno Florentino no lo evita, los daños producidos por la obnubilación del pérfido Nerón serán irreparables.
Confiemos en los dioses aunque el daño ya es grande porque de lo contrario todos los enemigos del Imperio bailarán de alegría al verlo en llamas.
Sergio Torres.
