EL MUNDO DE TASIO.

31.08.2013 06:59

LA HUMANIDAD

 

La raza humana, se ha erigido en la especie dominante de nuestro amado Gaia.

Sin embargo, a diferencia de las otras especies que pueblan el planeta, explotamos sus recursos y disponemos de cuanto se nos antoja, incluso de una gran parte de nuestros propios semejantes, con el propósito de satisfacer los viles intereses de unos pocos y la comodidad de unos cuantos más.

¿Por qué hemos llevado a la extinción o casi a especies enteras? ¿Por qué seguimos utilizando combustibles contaminantes y productos nocivos cuando en la actualidad estamos en disposición de satisfacer nuestras necesidades en armonía con el cuidado y el respeto hacia la naturaleza y el medio ambiente? ¿Porque nos vemos obligados a cobrar y a pagar a través de entidades financieras que cuando realmente las necesitamos nos dan la espalda? ¿Por qué una mentira repetida cien veces se convierte en verdad? ¿Por qué la justicia es ciega y sin embargo no dispensa el mismo trato a todos? ¿Por qué más de la mitad de la población mundial padece precariedades? ¿Por qué un tercio de la infancia muere antes de alcanzar un año de edad y una sexta parte antes de llegar a la pubertad? ¿Por qué a la vida se le da tan poco valor cuando es el único tesoro que realmente poseemos?

Estas son unas pocas de las muchas preguntas que como ser humano me hacen reflexionar continuamente y que me han animado finalmente a compartir mis inquietudes y despertar las consciencias de cuantos lo deseen, a través de este libro.

Sería absurdo pretender que los seres humanos fuesen iguales pues existen infinidad de rasgos que nos caracterizan y diferencian, a todos y cada uno de nosotros.

El conjunto de esos rasgos, de esas actitudes y aptitudes, son las que conforman las cualidades psicofísicas de cada ser humano y las denominamos, personalidad.  

Realizar un trabajo en profundidad sobre esta materia, precisaría de más de un millón de páginas.

Desgraciadamente yo no dispondría de suficientes días en toda mi vida para llevarlo a cabo ni vosotros, seguramente, de suficiente paciencia para leerlo.

Así es que en contra de mis propios criterios, considero que en un tema tan extenso, vale la pena generalizar.

El ser humano, por definición es, “el único animal que tiene conciencia de ser un animal que tiene consciencia”. Sin embargo esa consciencia, esa racionalidad, difiere en calidad entre unos seres y otros, de manera que podemos encontrarnos con seres humanos que son desde auténticos animales hasta seres muy evolucionados.

La diferencia entre unos y otros, la marcan principalmente sus cualidades psicofísicas, su personalidad, algo que va definiéndose y perfeccionándose gracias a la lectura que cada uno sea capaz de hacer de su propia experiencia vital, de la educación recibida y de los genes que se nos han concedido.

Para sintetizar, yo agruparía a los diferentes tipos de personalidad de la raza humana en tres colectivos.   

El primer grupo, estaría integrado por los que podríamos denominar seres evolucionados.

El segundo grupo lo compondrían aquellos en los que predomina su componente animal.

Por último el tercer macro grupo es el que se manifiesta en todos y cada uno de nosotros. Este grupo, común a todos los seres humanos se caracteriza porque ejerce de motor de los otros dos. Por tanto lo voy a denominar el de los actores porque este grupo es el que nos pone las pilas, el que genera en nosotros la excitación necesaria para actuar.  

El ser humano, a lo largo de su vida, muy probablemente, va combinando los tres hasta que elige y se identifica o habitúa a un coctel concreto, en el que siempre predomina uno de los ingredientes. 

Cuando los seres humanos somos pequeños y durante nuestra pubertad y adolescencia, tenemos la capacidad de comunicarnos con nosotros mismos, nos cuestionamos y nos damos respuestas, actuamos y luego o antes, esa voz que puede llegar a convertirse en nuestro amigo invisible, valora con nosotros aquello que vamos a hacer o ya hemos hecho.

Seguro que todos vosotros lo habéis podido experimentar.

 

 

 

El problema se suscita cuando nuestro amigo entra en conflicto con nuestros intereses egoístas, cuando nos pide que hagamos algo que para nosotros representará un sacrificio pero que sin embargo sabemos que a la postre nos resultaría beneficioso. Entonces nos rebelamos y lo ignoramos porque nos pide demasiado, porque preferimos seguir disfrutando de algo que más tarde nos pasará factura. Cuando este hecho se repite con asiduidad, nuestro amigo, cansado y desengañado, opta por callar y muy difícilmente volveremos a reactivar la relación a pesar de que él sigue latente en nosotros. 

Sin embargo si cultivamos la relación con nuestro amigo, se empiezan a manifestar en nosotros dos fenómenos que con el paso de los años se convertirán en dos auténticos tesoros.

El primero de ellos se denomina intuición.

Este fenómeno es un regalo que nuestro amigo nos otorga por ser fieles en nuestra relación. A través de la intuición nuestro amigo deja de estar latente y de comunicarse con nosotros tan solo cuando nosotros lo hacemos con él sino que pasa a formar parte activa de nuestra existencia compartiendo con nosotros cada instante. De este modo la intuición puede alertarnos, puede aconsejarnos o incluso, alumbrarnos con cierto conocimiento puntual. El secreto de la manifestación efectiva de este fenómeno, radica en la absoluta confianza en ese amigo que jamás nos ha engañado y sobre todo en no permitir que la pasión y el deseo afecten a nuestra relación, recubriéndola de apegos o falsas ilusiones, velando así su pureza, conduciéndonos al autoengaño.

El segundo fenómeno es la capacidad introspectiva. Al igual que en la intuición nuestro amigo se convierte en parte activa de nuestra existencia, presentándosenos como lo que es en realidad.

Y resulta que nuestro amigo, en realidad, es un componente más de nuestro propio ser, al cual podemos denominar Yo y es por así decirlo, el hilo conductor que nos une a cuanto nos rodea, a la Energía Universal que todo lo interpenetra, aquel que nos transmite y transmite la información intangible de cuanto existe, de afuera hacia adentro y viceversa.

A través de la introspección accedemos al conocimiento de nuestro propio ser, vamos averiguando como somos y obtenemos la facultad de moldear nuestra personalidad, corrigiendo nuestros defectos y potenciando nuestras virtudes de una manera consciente y armoniosa. Se trata de observar y analizar nuestra propia consciencia.

El correcto ejercicio de nuestra introspección, nos conducirá con el tiempo a prescindir de nuestro vehículo físico y mental con el fin de mantener un contacto más pleno con la Totalidad, de manera que aquel que pensábamos que era nuestro amigo invisible y luego descubrimos que era Yo mismo, nos recargue de energía a través de lo que la humanidad conoce como meditación, de la cual en ningún caso osaría explicaros un método concreto de aplicación pues os aseguro que son muchas y muy variadas las vías que conducen a ese estado. Lo que si os diré es que cuando se alcanza el estado meditativo, el ser evolucionado lo identifica de inmediato pues el resultado si es invariable se utilice el procedimiento que se utilice para llegar a él. En todos los casos el ser experimenta una gratísima sensación de serenidad, relajación y absoluta armonía que se extiende, abarca y fusiona sus tres componentes vitales, cuerpo, mente y alma.   

Cuando en nuestro coctel psicofísico predomina el ingrediente evolucionado, nos encontramos con seres en los que se manifiesta la armonía, el equilibrio, seres que saben sintetizar los impactos externos positiva y ecuánimemente, capaces de desapegarse de las cosas que satisfacen el deseo egoísta y que poseen un elevado sentido de justicia y verdad. Son individuos que se respetan y cuidan y por lo tanto dispensan idéntico trato a su entorno. En ellos acostumbra a lucir la sabiduría.

Cuando el ingrediente que predomina es el animal, nos hallamos ante seres que se orientan por inercia, negligentes, apáticos y regidos por cantidad de prejuicios. Por lo general necios que se sienten orgullosos de esa condición y discuten y violentan incluso por temas que les son absolutamente desconocidos. No escuchan y acostumbran a gritar en lugar de hablar. Confunden la realidad y tienen una percepción negativa de todo. Como no sienten ningún respeto por ellos mismos pues ignoran quienes son realmente, no respetan su entorno. Cuando los rasgos más característicos de alguien son, la pereza, la vanidad, la estupidez y la falta de ideas positivas, nos encontramos ante un animal.

Por último, cuando el ingrediente predominante es el actor, nos encontramos ante seres que aunque en apariencia puedan parecer muy vivos, dotados y activos, en realidad se trata de una actitud superficial que no va con ellos, pues normalmente ignoran quienes son realmente, sino con el papel que están desempeñando. Se consideran inteligentes pero en realidad están perdidos en el laberinto de las ilusiones. Están esclavizados por el deseo egoísta y eso les impide ser capaces de evolucionar. Son emocionales, de naturaleza pasional y su actividad, frenética en ocasiones, siempre va dirigida hacia la materialidad, apegándose a la acción en espera de cosechar sus frutos. La gente en la que observemos avidez, mucha actividad, agitación, obstinación y deseo, son actores.

De estos tres grandes grupos sin duda, el último de ellos, el de los actores, es actualmente el más numeroso o con mayor predominio sobre los otros dos y con mucha diferencia, entre los seres humanos. El de los seres evolucionados representa la excepcionalidad. 

 

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