TOCA DEGÜELLO:

24.04.2013 08:13

 

Tras lo visto ayer, tengo la impresión de que el Barça bien haría en amarrar una liga que ya casi toca con los dedos y se rearmarse efectivamente con vistas a la próxima temporada.

Se podría decir que el arbitraje ayer volvió a ser nefasto contra los intereses del Barça pues tres de los cuatro goles bávaros fueron ilegales, el primero por clamorosa falta previa de Dante sobre Alves, el segundo por flagrante fuera de juego de Mario Gómez y el tercero por obstrucción descarada de Müller a Alba permitiendo que Robben se colase hasta la cocina.

Sin embargo, también es cierto que el árbitro dejo de señalar un clarísimo penalti de Piqué por manos dentro del área y otro posible de Alexis que en mi opinión hubiera sido más que dudoso sancionarlo.

Está claro pues que en ese intercambio de errores el más perjudicado, nuevamente, fue el Barça, pues un penalti se puede fallar o pararlo el portero es decir nadie puede asegurar que acabe en gol, sin embargo la concesión de un gol, ya no la mueve nadie.

Pero lo peor de ayer, aparte el resultado, fue la sensación de impotencia que ese tremendo equipo que durante el último lustro ha dominado el futbol continental nos transmitió.

Si hoy en día está demostrado que jugar por debajo de unas determinadas prestaciones te puede complicar la vida ante cualquier equipo, en el caso de enfrentarte a uno tan poderoso y bien armado como el Bayern da como resultado una sangría.

El Barça ayer hizo en mi opinión, junto con el de San Siro, el peor partido en competición europea que le recuerdo en mucho tiempo y si bien parte de culpa la tuvo el rival, no es menos cierto que las señas de identidad de este equipo, brillaron por su ausencia.

No hubo presión arriba, o por lo menos no esa presión ordenada y escalonada que impide que el rival pueda elaborar y eso permite, en el caso de un equipazo como el Bayern la rápida transición, dos toques y en zona de peligro.

La endiablada velocidad en la circulación de balón del mejor Barça, la basculación de sus piezas y las constantes permutas en la posición no existió, traduciéndose en un juego excesivamente horizontal y lento que ante un rival tan bien ordenado y poderoso físicamente dio como resultado continuas pérdidas de balón y nulo bagaje ofensivo, no lo olvidemos, ni un solo chut a puerta.

Por lo tanto en la vuelta, toca degüello, toca ir con todo y si se ha de caer, que sea con la máxima dignidad y el máximo sufrimiento por parte del rival.

Bueno sería cantar el alirón este fin de semana y plantarse en la vuelta con nuestros jugadores irradiando poder en sus miradas.

Que quieren que les diga, la cosa esta difícil, casi, casi, imposible pero es que yo confío ciegamente en este equipo, han dado tantas muestras para ello que aún no me atrevería a darles por muertos. 

 

SERGEI